sábado, 21 de noviembre de 2009

DESCONOCIDA SE BUSCA

Luego de largas horas de viaje, llegamos por fin a la estación de Las Araucarias, donde termina su recorrido las vías de trocha ancha. Allí nos espera una formación con la locomotora a vapor, siendo su ancho de vía de setenta centímetros. En realidad, parece un tren de algún parque para niños. Pero no, es un tren con vagones de pasajeros y carga. Es el atardecer de un frío día de otoño y el sol se despide dándole lugar a la noche que se aproxima cautelosa. Los pasajeros, nos amontonamos en el andén, presurosos por buscar ubicación en el pequeño convoy.

Yo viajo hasta Ñorquinco, una localidad de muy pocos habitantes como casi todas las que sigue el recorrido. Me acomodo en un asiento doble ya que últimamente estoy viajando una vez por semana. Las montañas van cambiando su color y sus formas.

De pronto, una mujer que está sentada a mi lado me pregunta si conozco el lugar. Me sorprende descubrir a una hermosa morocha de largos cabellos ondulados con una voz que me estremece. La joven ríe divertida al notar mi sorpresa. Me siento un idiota y tardo en responder.-Sí, sí...- contesto dubitativo. Ella sigue riendo y la luz de sus bellos ojos azules iluminan su rostro pícaro e insinuante. -Yo en cambio es la primera vez que viajo en tren para ir hasta los Ñires- deja de reír, poniéndose muy seria, recobra la compostura de antes. En ese instante, el tren se pone en marcha.

Llevamos tiempo sin hablar y nos estudiamos disimuladamente. Al rato ella reanuda el diálogo provocando en mí un estremecimiento que nunca antes sentí por nadie. La reciprocidad de opiniones nos acerca cada vez más. Hablamos de diversos temas pero se evade cuando le pregunto a que se dedica, cual es su profesión allí en el alejado sur de la patagonia argentina. En cambio me responde: -¿ no te sientes pequeño ante la majestuosidad de la naturaleza ?- yo respondo sin pensar -es cierto, siento lo mismo- y acoto ahora si más seguro de mis palabras: -es lo sabio de la naturaleza, es lo único que el hombre no puede controlar-

Ella no contesta. Me acerco hacia ella para observarla con detenimiento. Es una fuerza arrolladora su mirada. Abre su boca como para decir algo. Cierro mis ojos y un intenso aroma a pino me envuelve, incitante y peligroso. El golpeteo de las vías se repite constante y sin matices rompiendo el encanto. Nos mantenemos distantes y silenciosos. De pronto, un fuerte sacudón nos vuelve a la realidad. Los gritos comienzan desde los primeros vagones. Las luces se apagan y la oscuridad nos ahoga.

El miedo se propaga por todo el tren. -¿Qué ocurre?- gritan los pasajeros entrando en pánico.

A lo que responde un lugareño:-debe haber descarrilado algún vagón, es común por acá con tantas curvas.-

Nos fuimos desprendiendo del temor a las tragedias y bajamos todos del vagón. Lo que vimos a continuación superó todo lo conocido.

Delante de la máquina a vapor, se encontraba una figura encendida, enorme, que avanzaba encima de los vagones aplastándolos. La gente corría desesperada hacia atrás, otros simplemente se tiraban desde las ventanillas aterrorizados.

El clima que se vivía no daba lugar a pensar en otra alternativa. Recién ahí me dí cuenta que mi compañera de asiento había desaparecido. Comencé a buscarla con preocupación. La busqué por todas partes sin hallarla por nigún lado.

Desesperado alerté a las autoridades del tren, pero nadie me escuchaba. Todos miraban hacia arriba. Una figura enorme, encendida, se iba apagando hasta desaparecer, dejando un agradable aroma a pino que nos inundaba por completo.

Y en el mismo lugar, donde segundos antes se veían las llamas, se erigía un hermoso ejemplar de conífera y, en su copa, sonriendo, estaba ella, la bella mujer de los ojos azules.
martu