lunes, 21 de noviembre de 2011

EL AS DE ESPADA


En la cantina está por comenzar el desafío más importante del día. Comienza el juego, y como para animar a los clientes, se escucha una milonga de fondo.

Cuarenta naipes manejan la suerte del juego. Cuarenta naipes junto al montoncito de porotos y garbanzos prolijamente alineados, son los protagonistas de la aventura de jugar al truco.

Al dar las cartas, los hombres se semblantean tratando de percibir alguna señal que delate lo que esconden en la manga. Es tal la importancia del juego, que por un tiempo no determinado, ellos olvidan sus vivencias personales y pueden gritar de emoción cuando les toca alguna buena. Y es tanta la atención en los naipes, que no existe otra preocupación que la de crear estrategias de juego.


Junto a dos "anchos", siento el calor de esa mano grandota y curtida, que orejeando me descubre con mal disimulada emoción. Siento el palpitar del hombre. La mirada fija en su oponente, queriendo leer en sus ojos lo que ocultan sus manos. Me gusta este muchacho de frente amplia y despejada, dejando ver un par de ojos pardos que me miran animados. -¡No sea cosa que el otro se de cuenta que me tenés en tu poder!


Mentir. Tratando de ventajear y sacar un punto más. -¡Truco, te canto en este mano a mano y el sable de mi naipe se reconoce omnipotente!- Estamos a un punto de las buenas. -¿Te pusiste nervioso? Ya sabés como viene la mano. Mejor, quedate calladito y andá saliendo pa' juera.